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martes, 24 de junio de 2025

Cientos de miles de personas celebraron en Koruña la Noche de San Xoán

 El día más largo dio paso a la noche más mágica, y Koruña no defraudó. El San Xoán volvió a juntar a toda la ciudad entre el fuego, el humo y el olor a sardinas (aunque este año escaseaban), carne a la parrilla, meigas espantadas con ramos de herbas e historias compartidas hasta el amanecer.

Fotos de la celebración en las playas de Riazor, Orzán y Matadero (El Ideal Gallego). 

Fotos de la Noite Meiga (Opinion Coruña)

Los primeros fuegos no fueron de hoguera, sino de parrilla. Desde temprano, la brasa crepitaba en Riazor, donde el ambiente familiar —sea San Xoán o no— volvió a ser protagonista. Y con sabor latino de fondo, la carne reinó por encima del pescado. A partir de las siete de la tarde empezaron a alzarse las primeras pilas de madera, justo cuando el Concello repartía las 120 toneladas de leña limpia, sin clavos ni barnices, en los accesos a los arenales.

La gran falla ardiendo. Foto del Ideal Gallego

El día moría y los jóvenes comenzaban sus chapuzones en las frías aguas atlánticas.
Foto del Ideal Gallego.
 


Hogueras en las playas. Foto del Ideal Gallego

Chiurrascada a pie de playa. Foto del Ideal Gallego


A esas horas ya había quien llevaba muchas más de pie. Adolescentes como Sofía y Claudia, que se plantaron a las seis de la mañana en la playa para coger sitio. Grupos como el de Marta y Candela, que cambiaron la hoguera por callejear entre bares: “Esta es la mejor ciudad del mundo y hay que celebrarlo”, decían con la energía que da saberse en casa. En Riazor ondeaban banderas colombianas, brasileñas y venezolanas, mientras Orlando y Diego Garrido prendían su fuego rodeados de familia y con una “sardinita” como símbolo de encuentro cultural.

Jóvenes hacen cola para recoger su parte de madera para hacer las hogueras.
Foto del Idel Gallego

También fue una noche de primeras veces. Dos chicos de 16 años encendían su primera hoguera propia: “Espero pasármelo bien”, decían. Otro, recién estrenado en la mayoría de edad, resumía el espíritu de todo el Orzán: “Ir con amigos, hacer una hoguera, pasarlo bien”. Y el clásico coruñés: “Lo que surja”, cerró un joven de 19 entre risas.

La tradición manda a saltar el fuego de una hoguera en la Noche de san Juan. Opinión Coruña. 

Más de 700 hogueras y parrilladas se esparcieron por toda la ciudad, muchas organizadas por hosteleros que también sacaron barras y mesas a la calle. El olor a humo, el ambiente festivo y las hierbas de San Xoán —fiuncho, codeso, romero, helecho macho…— acompañaron la tradición de lavarse la cara al amanecer para espantar a las meigas un año más.

El corazón simbólico de la noche fue, como siempre, la falla en Riazor. Este año ardió rindiendo homenaje al deporte y la cultura: con el OAR celebrando su ascenso, la Asociación Donaire recordando a las cantareiras, y Manuel Rivas —Premio Nacional de las Letras— encendiendo junto a ellos una escultura llena de símbolos: un pulpo, un sombrero de meiga, María Pita…

Y luego, el día después. Más de mil personas —bomberos, policías, protección civil, brigadas de limpieza— trabajaron para que al amanecer, cuando se desalojaron los arenales, las playas volvieran a estar listas para quien quisiera seguir celebrando. Aunque no faltó la basura, como cada año.

Atardecer antes de la noche meiga.
Foto del Ideal Gallego. 

La parcelación de las playas antes de la gran noche

Agua y fuego. Sal y humo. Arena y madera. Y, como no, alcohol y comida. Todos los elementos —desde los más mágicos a los más mundanos— que hacen de la noche de San Juan una velada inolvidable en A Coruña, estuvieron presentes un año más. Se estima que unas 130.000 personas (20.000 menos que el año pasado) llenaron hasta la bandera las tres playas más céntricas de la ciudad: Riazor, Orzán y Matadero. Según el Ayuntamiento, ha sido una de las ediciones con mayor afluencia en los barrios, con unas 80.000 personas repartidas por diferentes zonas. Aun así, miles acudieron a los arenales para disfrutar del espectáculo de fuegos artificiales, que dio inicio a la noche meiga.

Grupo de jóvenes parecelarios en los primeros momentos de la noche. Foto del Ideal Gallego.

El día había amanecido gris, como si anunciara lo que estaba por venir. Desde primera hora de la tarde, la playa fue dividida meticulosamente en parcelas por grupos de jóvenes —sobre todo ellos, aunque en Riazor se veían también personas de más edad— que aguardaban con paciencia el momento de encender las hogueras. A las 16:30 horas, ya había 409 parcelas delimitadas: 189 en Riazor, 211 en el Orzán y 9 en Matadero.

«Nunca hay conflictos. Quien llega antes elige la parcela con mejores vistas, y quien llega el último, se queda más cerca del mar. Es una autoorganización perfecta», afirmó la alcaldesa Inés Rey alrededor de las 19:00 horas. Eso sí, reconoció que hubo algunas discusiones por el tamaño de las parcelas. «Porque hay familias numerosas, otras monoparentales, pandillas grandes, pandillas pequeñas…», ironizó.

Aunque el Ayuntamiento había prohibido expresamente las tiendas de campaña, y cumplió su promesa, algunos grupos se las ingeniaron para instalar mesas y sillas de plástico sustraídas de terrazas cercanas. Muchos hosteleros se confiaron y no aseguraron su mobiliario. “Se las han llevado todas”, protestaba uno de ellos mientras recorría el arenal del Orzán. “¡Esas son nuestras!”, exclamaba una chica. “¿Cómo que vuestras? ¡Pero si tienen el logo de Estrella Galicia! ¡Llama a la Policía!”, respondía el hostelero, visiblemente indignado.

La Policía Local intervino, pero algunos hosteleros optaron por recuperar el mobiliario por su cuenta: “Me han robado quince sillas. Esto pasa todos los años, pero esta vez no quedó ni una”, lamentaba uno.

Sentados en sillas prestadas —o no—, o directamente tumbados en la arena, los jóvenes pasaron las horas previas con tranquilidad, ahorrando energías para la noche, salvo los que preferían jugar al voley.

En algunas opiniones recogidas por los asistentes, como Alba, la curiosa reciente tradición de la parcelacion de las playas, iniciativa de la gente y no del Ayuntamiento, este año ha sido más sosegada, sin tantas escenas de enfrentamientos como años anteriores. 

Miriam, Sabela, Sandra e Irene, tras la noche de fiesta por San Xoán E. S.. La Voz de Galicia.

Miriam, Sabela, Sandra e Irene se lametan de que una de ellas perdió el móvil en los arenales. También se quejaron de escasez de contenedores y baños portátiles que son asquerosos y por ello no les extraña que la gente orine en todos lados. Dicen que ya pasaron la época de reservar parcela, eso es cosa de gente más joven, como si ya las generaciones se dividieran entre los que pernoctan en las playas para guardar la parcela y los que prefieren sentarse como señoras y señores en los huequecitos que van quedando. Para un etólogo antropólogo las similitudes con otras especies que se concentran en parcelas durante una época determinada del año, debe ser un reto el estudio de este comportamiento humano grupal. 

Mientras tanto, el operativo de seguridad se desplegaba poco a poco desde el centro de mando situado en la Coraza. La Policía Local regulaba el tráfico en calles cercanas, como la avenida de Rubine, mientras vigilantes de una empresa privada controlaban los accesos a las playas y el 091 hacía volar sus drones para monitorear la situación.

El mar estuvo tranquilo —sin mareas vivas— y, aunque el día anterior se habían retirado algunos postes y recolocado estructuras, no fue necesario reducir la duración de la celebración. Los bomberos, por si acaso, contaban con lanchas para prevenir posibles chapuzones peligrosos. Por su parte, la meteorología acompañó: Aemet y MeteoGalicia habían anunciado que no llovería, y así fue, con temperaturas que alcanzaron los 24 grados.

San Xoán tamén ardeu nos barrios: churrascadas, DJs y batucadas.

San Xoán non é só praia, tamén é rúa, barrio, praza, bar e churrasco na porta. La fiesta se extendió más allá de Riazor y Orzán, y cada rincón de Koruña tuvo su propia forma de arder

En la calle San Juan, desde las seis de la tarde ya se respiraba la brasa. El humo del churrasco, las sardinas y los criollos invadía la zona desde arriba hasta abajo, mientras una batucada le ponía ritmo al atardecer. Las terrazas estaban llenas desde el minuto uno y los bares no daban abasto. Algunos, como el Novo Cesures o Lovely Burger Bar, reforzaron su plantilla con familiares y amigos. Otros, como el bar San Xoán, contrataron por un día para sobrevivir a la avalancha.

La Calle San Juan, abarrotada / Carlota Blanco. El Ideal Gallego

La calle, que lleva el nombre de la fiesta, no decepcionó ni aunque la fecha cayera en lunes. La incertidumbre inicial pronto se convirtió en certeza: aquí San Xoán nunca muere. La mayoría de bares coincidían: aunque a medianoche sería prudente cerrar por respeto a los vecinos, muchos sabían que la fiesta no entiende de relojes y aguantarían hasta que el cuerpo aguantase.

En cuanto a víveres, casi todos tiraron de barra exterior con música, chorizos y churrasco. Sardinas, menos que otros años, pero el bar San Xoán sí logró reunir 100 kilos gracias a su proveedor de confianza. “Hacemos honor al nombre”, decían entre humo y risas.

¿Y los jóvenes? Echeoquehai apunta que, desde hace un par de años, se ha convertido en uno de los centros neurálgicos del botellón. La juventud no solo ocupó la calle, también la plaza de España, con ganas de fiesta, de noche larga y de reencuentros. “Antes era más de comer y charlar, ahora hay más movimiento y copas”, reflexionaban los hosteleros.

En José Sellier, San Xoán sin hoguera pero con mucho fuego

Mientras en las playas ardía la madera, la plaza de José Sellier ardía en música. Allí, entre copas, risas y bailes, cuatro DJs se turnaron para encender el ánimo: Cés, Gorrlitox, Rompecinturas Selektor y DJ Michelín. Los bares —La Urbana, Bodega Martirio, Redrum y A Buserana— hicieron de la plaza un pequeño festival sin hoguera, pero con fuego en las suelas.

La Plaza José Sellier, en las horas previas a la noche de San Juan / Quintana. El Ideal Gallego

A eso de las 20:30 horas, el sitio estaba ya a tope. Gente de todas las edades, en un ambiente distinto al de los arenales: más tranquilo, más variado. “Aquí hay gente de todas las edades”, decían algunos habituales del barrio. Un San Xoán más relajado pero igual de vivo.

Otras plazas que brillaron

La calle Picos, con Twinfin y La Sastrería, también vivió su noche grande, con música en la calle y grupos de amigos celebrando. Y la plaza de la Cormelana no se quedó atrás: risas, charlas, música, mesas llenas. Cada barrio, su hoguera simbólica.

En el Barrio de Las Flores los vecinos juntaron 600 palés con la que hicieron una montaña de madera de 18 metros de altura, siguiendo un riguroso diseño piramidal con cada pieza fijada con tornillos, un obra de ingeniería creada en el barrio y que año tras año es perfeccionada. Las llamas sobrepasaron los edificios y la hoguera resplandeció con un fulgor que pudo ser visto en toda la ciudad. Fue la hoguera de mayor altura de la noche sanjuanera en la ciudad. 

Las hogueras y parrilladas por toda el área metropolitana

Sardinas en Sada, fuego en Abegondo y alegría en Santa Cristina

El San Xoán también se vivió, y muy intensamente, en los alrededores de Koruña. Arteixo, Bergondo, Miño u Oleiros fueron hogueras con nombre de concello. En Sada, por ejemplo, la fiesta se montó en As Delicias, Praia Nova, Cirro o San Pedro. El Ayuntamiento puso la nota musical en O Curruncho, y en la playa de Delicias ofrecían raciones completas por siete euros: media docena de sardinas, pan, vino y taza conmemorativa. El mejor combo.

Sardiñada en O Curuncho de Sada

En Arteixo batieron récord de solicitudes para hogueras: cerca de 500. En Cambre se concedieron 164 permisos y 18 locales sirvieron churrasco para el público. En Culleredo fueron 257, muchas en las parroquias, y en Abegondo nada menos que 290 hogueras repartidas por 19 parroquias. Un cielo de luces bajas y brasas altas.

En Oleiros, Santa Cristina fue más familiar, con reparto de leña a cargo del Concello. En Bastiagueiro, los grupos de amigos convirtieron la playa en un Riazor en miniatura. Y en Gandarío, la Xunta incluso se presentó por la mañana con su “manual del San Xoán”. Solo les faltó traer las sardinas.

En dispositivos especiales de recogida de basura, y el Consorcio das Mariñas se mantuvo atento al servicio en playas y aldeas para dejar todo lo más limpio posible tras el paso de la noche meiga.

La resaca de la fiesta: basura, quemados y algún susto

Al amanecer, llegó el turno de los servicios de limpieza municipales. El desalojo de las playas comenzó a las 6:30 de la manañan.  A pesar de los continuos llamamientos del Ayuntamiento y de la instalación de contenedores, las playas amanecieron, como cada año, cubiertas de basura, especialmente en Riazor, Orzán y Matadero. Las quejas de los que ven el estercolero vuelven año tras año a quejarse del incivismo de los sanjuaneros incapaces de recoger sus propios desperdicios y dedicarse a "emporcallar" porque se puede y parece que lo disfrutan.  Una vez desalojados los arenales, las brigadas de limpieza se pusieron manos a la obra para dejar las playas en condiciones óptimas para este martes festivo.

En total, según fuentes municipales, la fiesta de San Juan reunió a más de 190.000 personas en toda la ciudad. De ellas, unas 120.000 se concentraron en las playas, mientras que cerca de 80.000 optaron por celebrarlo en los barrios.

Los servicios de emergencias estuvieron activos durante toda la noche. A falta del informe definitivo, todo indica que fue una de las noches de San Juan más tranquilas en años. Hasta las 5:30 de la madrugada, los Bomberos habían atendido 25 incidencias, en su mayoría revisiones o pequeños incendios provocados por hogueras descontroladas, además de varias asistencias sanitarias. Se movilizaron en calles como Fragas do Eume, San Jaime, la carretera de Mesoiro o la avenida de Pedro Barrié de la Maza.

Los datos preliminares apuntan a 150 incidentes durante la noche (35 menos que el año pasado), con un descenso en las alcoholemias y en los heridos al saltar las hogueras.

El incidente más grave fue el de un joven que cayó desde una balaustrada de tres metros de altura, cerca del restaurante Gasthof. Fue trasladado al CHUAC con una contusión pulmonar y su pronóstico es reservado. Según la Policía Nacional, podría haber recibido un empujón. La investigación sigue abierta y se están revisando las grabaciones de las cámaras de seguridad. El joven, aunque consciente, permanece ingresado en Urgencias.

Durante la noche, los servicios de emergencia realizaron 27 movilizaciones de ambulancias, de las cuales 7 fueron resueltas en el lugar. De los 20 traslados restantes, 9 acabaron en el hospital, incluyendo el caso del joven precipitado.

En total, se atendió a 152 personas: 83 hombres y 70 mujeres. El puesto del Orzán registró 22 atenciones, Riazor 10 y el Puesto Sanitario Avanzado (PSA), 96.

Las intoxicaciones etílicas fueron la causa más común, con 33 casos (un 28 % menos que en 2024). Aumentaron, sin embargo, las quemaduras: 44 frente a las 26 del año anterior, un 69 % más. También hubo 24 casos por mareos e indisposiciones (un 9 % más), 28 por heridas o cortes (15 % menos), 15 traumatismos (15,3 % más), y 5 limpiezas oculares (un 85 % menos).

El pico de atenciones se concentró entre las 2:00 y las 3:00 de la madrugada, seguido por la franja de 4:00 a 5:00, con otra carga importante de trabajo.

En los Puntos Violeta, instalados para prevenir agresiones sexistas, no se registraron denuncias.

Desde el CHUAC indicaron que la noche en Urgencias fue relativamente tranquila, con pacientes atendidos por cortes, intoxicaciones leves y alguna quemadura. En la Unidad de Quemados ingresaron tres personas, solo una de ellas relacionada con las celebraciones de San Juan.

Pasadas las 9:00 de la mañana, el concejal de Seguridad, Carlos García Touriñán, valoraba el dispositivo como eficaz, destacando la ausencia de incidentes graves generalizados, y subrayaba que la ciudad, un año más, supo celebrar con intensidad pero, en general, con civismo.

La basura cubre los arenales. El Ideal Gallego

Tras el desalojo de los arenales al amanecer, las brigadas de limpieza municipales se pusieron manos a la obra para devolver el orden a las playas. Toneladas de basura quedaron esparcidas por la arena, pese a los reiterados llamamientos del Ayuntamiento para mantener la limpieza. Las imágenes de Riazor y Orzán al amanecer reflejaban la otra cara de la fiesta: botellas, latas, bolsas y restos de hogueras en todas partes, formando una capa de basura que cubria los arenales.  El paseo marítimo y  las calles aledañas huelen a orín y a alcohol. Fotos de las playas después de la Noche de San Juan

A primera hora los trabajadores del servicio de limpieza se afanaban para limpiar las playas. El ideal Gallego

La jornada del 24, festiva en la ciudad, permitió que muchos volvieran a las playas limpias apenas unas horas después de que se extinguiera el último rescoldo. Se estima que la basura recogida fue de unas 44 toneladas. 

Sorprendidos y estupefactos quedaron los 10000 mil cruceristas al toparse con la ciudad por la mañana al ver los restos de lo que había dejad una horda de bárbaros que había asaltado la ciudad. Los empresarios del sector de la hostelería además muestran su descontecto con una fiesta que apenas les genera beneficios. Así que las hogueras de San Xoán, al menos para el turismo, no parece que le de muchos beneficios. 

Conclusión: Rabuñamos fuego y alegría por toda la comarca

La noche más corta del año fue también una de las más repartidas: desde las calles empedradas de Monte Alto hasta los campos verdes de Abegondo, pasando por cada terraza con altavoz, cada plaza llena de gente, cada playita con fuego. Si Koruña es el corazón, la comarca es su respiración. Y en esta noche de San Xoán, todo latió a ritmo de fuego, sardina y mucha risa compartida en el feliz inicio de la estación más verbenera. 

Epílogo: El koruñés opina (opiniones de lectores de La Voz de Galicia sobre la celebración de San Xoán en Koruña). 

Riazor, Orzán… y el San Xoán que se fue

Ya no es la noche mágica del fuego purificador. Para muchos koruñeses, lo de anoche fue otra cosa: un macrobotellón multicultural (como lo han bautizado en los comentarios) que ha dejado la ciudad llena de basura, las playas como estercoleros, y a muchos vecinos preguntándose qué demonios queda de la tradición.

Las críticas han sido feroces, irónicas y, a ratos, desesperadas. “Encontrarte un gallego cívico en la playa es misión imposible”, decía un lector. Otro resumía así: “AHORA LA BASURA QUEDA POR TODA LA ZONA CENTRO EN VEZ DE TANTA EN LA PLAYA”.

Y es que ni la música a todo volumen ni la ocupación anticipada de parcelas han suavizado el juicio: lo que antes era una noche mágica de sardinas, hogueras y saltos al mar se ha convertido, según muchos, en un despropósito sin control ni civismo. Algunos directamente piden la prohibición de la fiesta, otros proponen multas de 600 euros, depósitos de 2.000 o la expulsión de las playas a partir de las 21:00.

Ecología a conveniencia

La contradicción no ha pasado desapercibida: “Son los mismos que protestan contra la contaminación el día anterior”, ironizaba más de uno. La indignación por el estado del mar y la arena ha encendido la mecha. “Los vasos y plásticos ya están flotando con la pleamar. Y aún los veremos días después, en beneficio de todos”, espetaba otro usuario con sarcasmo.

La acusación generalizada: hipocresía generacional. “La generación mejor preparada de la historia”, “los que hacen deporte y duermen la mona en los bancos”, “los concienciados que no recogen ni su caca”… La ironía ha sido la lengua oficial de los comentarios.

¿Tradición o fórmula agotada?

Hay quien cree que la fórmula está agotada. “Cada vez menos gente en las playas”, “esto ya cansa”, “la nueva tradición es dejar todo hecho una mierda”. No solo se cuestiona la actitud de los asistentes, también la permisividad del ayuntamiento: “Sin sanciones, sin repercusión, solo titulares, y a esperar a que el año que viene vuelva a pasar lo mismo”.

Desde Feáns, desde Ordes, desde Cedeira, desde Oleiros, incluso desde Lugo: los comentarios coinciden en que esto ya no es San Xoán, sino una suerte de fiesta sin alma y con mucho plástico. “De la tradición de siempre queda poco”, decía uno. “Antes se recogía todo, no se molestaba a nadie”. Y otro apuntillaba: “Ahora lo de menos es la hoguera. Lo más, la botellería”.

El coste oculto

Pocos han olvidado al personal de limpieza, a los policías, a los sanitarios. “Tienen que desatender otras tareas y darlo todo para limpiar la mierda y proteger a las señoritas”, escribía con sarcasmo un lector. “Y en un día festivo, oye”.

Unos recordaban que esa limpieza la pagamos todos. Otros se escandalizaban de que la basura llegase al mar antes que los operarios. Uno incluso comparó la actitud general con el desastre del Prestige: “Total, luego se limpia todo, ¿no?”.

Una ciudad que se duele

Más allá del tono entre cabreado e irónico, hay un dolor compartido. El de una ciudad que siente que se le va de las manos una de sus noches más importantes. “Vergüenza ajena”, “qué imagen damos”, “la ciudad da pena”. La rabuñada emocional es tan profunda como la que dejaron los plásticos en la arena.

Aunque también hubo una voz amable: alguien dijo que ya estaba todo limpio y pidió que se destacase lo positivo. Pero ni siquiera eso fue bien recibido. Le contestaron que limpiar no compensa la mierda previa, y que no hay que aplaudir la limpieza sino evitar la porquería.


La alcaldesa responde

La reacción de la alcaldesa Inés Rey y la de los lectores de La Voz de Galicia muestran dos caras muy distintas del San Xoán 2025 en Koruña: por un lado, el orgullo institucional por la participación masiva y la reducción de incidentes; por otro, una ola de críticas ciudadanas que no solo cuestiona la gestión de los residuos esa noche, sino también la política municipal en general.

1. La versión oficial:
Inés Rey hizo un balance mixto: destacó la histórica participación (190.000 personas), felicitó la labor de los servicios de seguridad y emergencias, y celebró que los incidentes fuesen menores que el año pasado. Sin embargo, puso el acento en el “comportamiento incívico” y la “imagen lamentable” de las playas, especialmente Orzán, a pesar de que se recogieron menos toneladas de basura que en 2024. Aseguró que se estudiarán medidas para el próximo año, con un discurso apelando a la reflexión colectiva y a la construcción de una ciudad “amable e respectuosa co medio ambiente”.

2. Las respuestas ciudadanas:
Los comentarios de los lectores reflejan un descontento mucho más amplio que la cuestión de la suciedad post-San Xoán. La avalancha de comentarios tras el desastre ha dejado claro que, más allá de la escoba municipal, hay una escoba ciudadana que hace tiempo está pidiendo barrer otro modelo de fiesta.

Varios la acusan, aprovechando que el momento de caos,  de “la peor alcaldesa de la historia”, de hacer política pensando en Madrid y de no cumplir su programa. se le recrimina desatención general a la ciudad (mal estado de entradas, jardines descuidados), falta de autoridad y una gestión basada en el “postureo”. “La Coruña es una ciudad sucia todo el año”, “Las aceras están muy sucias, todo se deja a la lluvia”, “El reloj de Las Lagoas lleva sin dar la hora dos años”. Los barrios como Ronda de Outeiro, Sagrada Familia o Los Mallos también fueron mencionados como ejemplos de abandono. Algunos exvotantes del PSOE expresan decepción personal y dicen haber perdido la fe en ella como representante.

Hay quienes la responsabilizan directamente de la porquería, pero otros apuntan más al incivismo de la ciudadanía. Algunos aportan comparaciones con otras ciudades (Oleiros, Vigo, Nigrán) que —según ellos— han solucionado el problema con “vontade política”, vigilancia, y prohibiciones concretas sin que se pierda el espíritu festivo Aparecen propuestas concretas como campañas de concienciación, multas o prohibir el San Xoán en la playa.

Comentarios hacia la ideología socialista de los votantes de Inés como “es lo que se ha votado” o que lo ocurrido es “un éxito de la sociedad de consumo” mezclan ironía con juicio ideológico. Hay una especie de resignación cínica ante el contraste entre los valores progresistas y el comportamiento real durante estas fiestas.

Se denuncian hogueras en zonas verdes, dejándolas calcinadas por meses y se ataca la permisividad con la hostelería, acusándola de aprovecharse de la fiesta para explotar el espacio público.

 La limpieza ya no es solo una cuestión de San Juan, ni de perros ni de gatos, como apunta un vecino: "La guarrería es un problema demasiado extendido. Da asco lo que ensucia mucha gente casi a diario, con o sin perro". Otro lector, más radical, propone un traslado internacional: "Que se celebre el evento en Groenlandia. Sería la mejor medida".

Desde dentro de la ciudad, los hay que no ven novedad en el caos: "Inesita, tú nunca has pasado un San Juan en Koruña, ¿no? Porque esto lleva pasando 20 años, no es novedad. Me sorprende tu sorpresa", ironiza un vecino. Otros piden control y sanción: "Cúmulo de desvaríos... La pobre alcaldesa la pilló de sorpresa, ¿para todo igual? Debería prohibirse. O si no, entras con 3 botellas y 10 vasos, y dejas 50€ de fianza. Si sales con todo, te los devuelvo".

Las propuestas se disparan: cobrar 30€ por persona que baje al arenal para sufragar la limpieza, prohibir los fuegos directamente, limitar la entrada de visitantes... Y también hay reflexiones más filosóficas: "O bo comportamento hai que mamalo dende a cuna", apunta un mariñán que vio tirar basura a dos metros de una papelera. Otro vecino añade: "Non lle digas nada, porque seguro que se revolve... é o que hai".

También se critica la postura de la alcaldesa: "Algo de culpa tendrá, digo yo. Lleva años pasando y no pone límite al desmadre. Cada vez más permisiva con hosteleros, barras infinitas, altavoces...". Otros opinan que todo se hace por el turismo: "A la alcaldesa le ha dolido la impresión que se llevaron los cruceristas... Lo que contarán de A Coruña a sus amigos no va a ser nada bueno".

Y no falta quien reclama volver a los orígenes: "Eliminación definitiva. Macrobotellón inventado hace pocos años para hordas de gente que llega, ensucia y se va. Venga, como se hizo siempre, cada cual en su barrio y con sus vecinos".

Entre quejas, sarcasmos y propuestas variopintas, una cosa parece clara: hay mucho koruñés que empieza a estar más harto del botellón que de la resaca. Y, mientras tanto, las palomas siguen cagando a su ritmo... aunque eso, ya es otro San Juan.

Uno preguntaba con sorna si la alcaldesa se había dado una vuelta por A Cormelana, otra se quejaba del “atentado sonoro, de orines”, y una más sentenciaba: “Odio el San Juan”. Otra vecina apuntaba que el día 23 ya estaba la playa “parcelada” y que no se podía acceder al arenal.

Un koruñés comparaba la suciedad del San Xoán con lo que sufren los vecinos del Feirón de A Sardiñeira cada semana, donde los feriantes, decía, “nos dejan toda su basura esparcida por la explanada”. Otro añadía con ironía que si se multa ahí, “es racismo”.

La desconfianza en las promesas municipales también estuvo presente: “Medidas en 2026… pero no sabe cuáles ni cómo. ¿Entonces se va a ir usted?”, preguntaba un vecino. “Menos mal que vinieron los cruceristas para que la alcaldesa se diera cuenta del botellón”, añadía otra, mientras un tercero sugería que se subiera el sueldo “como ya hizo el primer día”.

Y por si faltaba guasa, otro vecino propuso que se prohíban las hogueras “ahora que ya no me interesan”, mientras un nostálgico recordaba que ya en el año 2000 se recogieron 28.000 kilos de basura después del San Xoán.

Los hosteleros tampoco se libran: “¿Dónde cree la alcaldesa que van a parar los vasos de plástico de las barras de cerveza en la calle?”, preguntaba un vecino. Y otro respondía con un zasca final: “En mi época no pasaba... ¡Que lo prohíban ahora que ya no me interesa!”

La ciudad ardió la noche de San Xoán. Y no solo por las hogueras.

Conclusión:
La alcaldesa se presenta como moderada, preocupada pero institucional, mientras que buena parte de los comentarios refleja una mezcla de cabreo, decepción, sarcasmo y hartazgo. El San Xoán ha servido de catalizador para un malestar más profundo con la gestión municipal, que va más allá de una noche de porcallada. La limpieza, en este caso, es tanto literal como simbólica: hay quien pide barrer la basura... y también al gobierno local.

¿Y ahora qué?

El debate no es menor: ¿prohibir, sancionar, reformular, volver al origen? San Xoán, la fiesta más querida de Koruña, se tambalea entre la nostalgia, el hastío y el cansancio. Queda claro que la ciudad quiere celebrarla, pero no así. Y si hay algo que une a todos los comentarios —desde la retranca hasta el hartazgo— es el amor profundo por esta tierra y el deseo de que la noche mágica no se convierta en una pesadilla más.

Porque el fuego purifica, sí. Pero lo que más falta hace ahora mismo… es que prenda una chispa de sentido común.


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