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lunes, 9 de junio de 2025

Gilsanz a la calle

 Tardaremos en ver a un hombre de la casa, a un currante de los banquillos en el del Dépor, pero ya saben, nadie es profeta en su tierra. Óscar Gilsanz abandona la entidad blanquiazul después de lograr el objetivo de asegurar la permanencia. 

Cuando Óscar Gilsanz asumió el mando del Deportivo en octubre, el equipo estaba en puestos de descenso. Se marchaba Idiakez dejando un vestuario desorientado, una grada harta y una directiva buscando soluciones urgentes. Y entonces llegó él, con perfil bajo pero ideas claras, conociendo la casa y el vestuario tras su etapa en el filial. Lo suyo no era un fichaje estrella, pero sí un relevo sensato. Y al principio, funcionó.


Óscar Gilsanz, el betanceiro, el chófer de autobuses, el hombre de la casa, el que podría señalar el camino que tantas veces se ha señalado desde abajo, desde la cantera, hacía arriba, acaba de ser destituido porque su futbol es demasiado conformita y poco vistoso. La afición ha hablado y la directiva ha ejecutado. Esperemos a ver que nos traen los "lumbreras". 

Gilsanz dio al equipo lo que necesitaba: orden, calma y puntos. Alejó al Dépor del barro, encadenó una racha sólida de victorias y convirtió el pánico en posibilidad. Hubo un momento —más de uno— en que el play-off parecía alcanzable. La grada, aún con reservas, empezó a mirar con respeto al técnico discreto que había devuelto cierta dignidad al equipo.

Pero lo que empezó como un bálsamo, con el tiempo, se convirtió en rutina. El equipo dejó de crecer. Y lo que era pragmatismo comenzó a parecer conformismo. Las decisiones se volvieron previsibles, los cambios no alteraban partidos, y en los encuentros importantes —aquellos donde había que dar un golpe sobre la mesa— el Dépor encogía.

La recta final fue una caída libre. Cuatro derrotas seguidas en los últimos partidos acabaron de apagar las pocas brasas de esperanza que quedaban. El juego se volvió plano, la grada se distanció y en el club empezaron a asumir que el ciclo estaba agotado. Ni enfado ni ruptura: solo un desgaste evidente.

Esta semana, la noticia se confirmó de manera oficial: Gilsanz no continuará. Se va con 43 puntos en 26 partidos, números correctos pero sin eco. El Deportivo le agradece su labor,  pero busca otro perfil para liderar el nuevo proyecto. Con más ambición, dicen, y probablemente con menos paciencia.

Desde la directiva destacan su profesionalidad, su dedicación al club y su apuesta por el trabajo diario. No ha sido una salida conflictiva, pero sí meditada. En el entorno del club, hace semanas que se percibía una desconexión entre la dirección deportiva y el banquillo. No hubo ultimátums, pero tampoco señales de continuidad. Al final, la decisión se ha comunicado de forma respetuosa: no se le renovará el contrato que finaliza este 30 de junio.

Más allá de los resultados, Gilsanz se ganó el respeto del vestuario y de muchos aficionados. Su discurso comedido, su implicación y su cercanía con los jóvenes de la cantera —a quienes conocía bien tras su paso por el filial— han dejado una huella que no se mide solo en puntos.

Eso sí, la falta de ambición en ciertos tramos, la escasa capacidad de reacción en partidos clave y un juego que no terminó de conectar con la grada fueron factores que pesaron a la hora de no apostar por su continuidad.

Ahora, con tiempo para planificar, el Dépor abre proceso para elegir nuevo técnico. Pero esa ya es otra historia. La de Gilsanz termina con una nota de dignidad, de esas que no hacen ruido pero dejan poso. Porque a veces, en este fútbol tan cortoplacista, también hay despedidas sin portazo. Se le ha ofrecido la posibilidad de volver a su trabajo con la cantera pero el de Betanzos ha rechazaso la oferta. 

Óscar era una apuesta por la gente de la casa

Se va sin hacer ruido, como llegó. Y deja una sensación agridulce: la de quien supo frenar una caída, pero no supo transformar ese frenazo en impulso. Muchos echarán de menos no tener a un hombre de la casa, identificado con la tierra, expresandose en gallego. Para una vez que teníamos a alguien que conocía bien Abegondo, que partía desde donde se quiere hacer crecer al club, la excesiva exigencia de un público tóxico obsesionado con otras épocas que nunca volverán y la poca personalidad y experiencia de una directiva llena de diletantes ha terminado con otro proyecto para comenzar otro a corto plazo. 

Llegó como un sustituto interino mientras no hubiera algo mejor, y los resultados cambiaron lo provisional en permanente, para tranquilidad de quiénes dan manotazos al timón del club. Ahora, tras un final de temporada lamentable y un futbol que dicen ramplón, Gilsanz, el chófer de autobuses, se va, 

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