Uno de los conciertos más esperados de este fin de semana fue el de Miguel Bosé en el Coliseum, ayer viernes. No defraudó a sus seguidores que se entregaron a un renovado artista que ha retomado su carrera musical después de unos años en los que incluso fue incapaz de cantar debido a una afección en su tracto bucal.
Ocho años después, Miguel Bosé regresó a los escenarios koruñeses. Y lo hizo por todo lo alto, con una única parada gallega en el Coliseum, dentro de su ‘Importante Tour’, una gira que no solo celebra más de cuatro décadas de música, sino también su regreso a la vida. Porque el artista madrileño —aunque ya mexicano de residencia— ha atravesado sus propios infiernos personales y profesionales, y eso se notó: había emoción en cada gesto, en cada pausa, en cada mirada.
El Coliseum se llenó de fans de todas las edades, aunque con mayoría de fieles veteranos. Allí estaban Mercedes, que lo sigue desde el 77 y lleva la gira como quien lleva una causa: “He estado en todos los conciertos de España. Me quedan Valencia y Alicante”. O un grupo de seguidoras llegadas desde México —Norma, Esperanza, Pilar, Leticia y María Esther— que aprovecharon para verlo “mientras tenga ganas de aventuras”, como decía esta última con una mezcla de ternura y lucidez.
Vestido de blanco, con abrigo hasta los tobillos y sin necesidad de bailes insinuantes como los de antaño, Bosé apareció sobre el escenario con la serenidad de quien ya no necesita demostrar nada. Y aún así, lo dio todo. Empezó con ‘Mirarte’ y solo bastó esa canción para incendiar de nostalgia el recinto. A sus 69, el artista no juega ya al joven rebelde, pero sí sigue dominando el arte de emocionar.
Entre canción y canción, se dirigió al público en gallego: “Boas noites, qué recordos me trae A Coruña”, dijo, recordando que aquí grabó el mítico disco ‘Girados’. Y es que Koruña no le es ajena: hace ocho años llenó la plaza de María Pita en las fiestas del verano, con más de 30.000 personas coreando cada verso. Anoche, en un espacio más íntimo pero igual de entregado, resonaron de nuevo esas mismas canciones.
Clásicos como ‘Nena’, ‘Sevilla’, ‘Duende’, ‘Olvídame tú’ —“¡Imposible!”, gritaban las fans desde las gradas—, ‘Como un lobo’, ‘Morena mía’ y por supuesto ‘Amante bandido’ formaron parte de un repertorio que fue creciendo en intensidad hasta convertirse en una auténtica ceremonia pop. Cambios de vestuario, escenografía sobria, luces precisas y una voz que, aunque tocada, sigue conservando ese timbre grave e inconfundible. Más sabe Don Diablo por viejo...
“Será un viaje largo e infinito”, prometió. Y cumplió. Koruña respondió como sabe: con memoria, con gratitud y con alma. Porque hubo algo más que un concierto: fue una despedida sin decir adiós, un reencuentro donde se cruzaron las décadas, los sueños de juventud y los temblores del presente.
Miguel Bosé volvió. Y aunque muchos sienten que puede ser la última vez, la ciudad lo abrazó como siempre: como uno de los suyos.
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