Jacuzzi party para solteros y parejas

 Un conocido spa acogerá este agosto no una, sino dos fiestas liberales con aroma local y mucha, mucha espuma. Y no hablamos solo de la del jacuzzi.

Los días 9 y 30 de agosto, Raysa y Charlie, un matrimonio koruñés con experiencia organizando este tipo de eventos, vuelven a la carga con su propuesta más atrevida: la 'Jacuzzi Party', una fiesta para parejas, solteros y todo lo que se mueva entre medias, en la que lo único obligatorio es el respeto y la imaginación.

Cinco salas, una cruz de San Andrés y cero prejuicios

El espacio, limitado a 80 asistentes por jornada, no será precisamente minimalista. Habrá cinco zonas diferenciadas, desde la sala de dominación (con su columpio y su cruz, que no es de Santiago) hasta un cuarto oscuro, un rincón para shibari (arte japonés del atado erótico), y, por supuesto, la zona para fumadores, que según sus organizadores es el verdadero epicentro social de la noche.

Para romper el hielo, la pareja propone juegos de mesa y dinámicas para los más tímidos. Y sí, como indica Raysa, la cosa acaba muchas veces en intercambio, porque “aunque vienen muchos heteros, al final buscan experiencias gays o mixtas. La media de edad está entre los 28 y 50 años, con perfiles muy variados”.

Normas claras y fustas de casa

Como en todo buen sarao que se precie, hay reglas: prohibido tocar sin permiso, móviles fuera, sexo permitido en todo el local (sí, en todo), y preservativos y lubricantes sin límite. Cada asistente debe traer sus juguetes, si los tiene —“muchos prefieren traer sus propias fustas”, dicen— y dejar en la taquilla prejuicios, complejos y carteras. Bueno, la cartera no del todo: la entrada cuesta 30 euros por cabeza.

No incluye barra libre, pero sí una copita de cortesía para que nadie diga que entró frío.

Una fiesta sin disfraces

En un tiempo de postureos y filtros, lo curioso es que estas fiestas no necesitan ni caretas ni máscaras. Aquí la desnudez —literal y simbólica— es parte de la propuesta, y la organización pone el foco en el respeto absoluto por el deseo ajeno, sea cual sea.

Raysa y Charlie, que ya han probado suerte con eventos anteriores en la ciudad, aseguran que esta vez la experiencia será redonda. “La clave está en crear un espacio donde cada quien pueda hacer lo que quiera, sin ser juzgado. Y eso, en esta ciudad, empieza a ser tradición”.