Llegó a Koruña con solo 13 años, tímido, observador y con cara de no entender muy bien dónde se había metido. Hoy, Yeremay Hernández es el jugador más desequilibrante del Dépor y uno de los líderes emocionales de un equipo que sueña con volver a Primera. «Amo el Dépor. Este club ha cambiado mi vida y me ha permitido ayudar a mi familia. Sería un sueño ascender y jugar en Primera con esta camiseta», confiesa en el extraordinario reportaje de La Voz de Galicia, un documento que confirma que Yeremay es la primera estrella mediática del Deportivo que ha nacido y crecido en el club.
Un talento que maduró a base de curvas
Su historia en Abegondo no fue un camino recto. Venía sin demasiada costumbre de normas y límites, y en la residencia de canteros tuvo que ponerse las pilas. Elkin Flórez, responsable de la residencia, recuerda cómo el chaval regateaba también las reglas: entrar en habitaciones ajenas, improvisar entrevistas a compañeros para copiar rutinas, y hasta escribir notas traviesas como «entiéndenos… somos canarios con flow». Pero siempre reconocía los errores y nunca había mala intención.
El punto de inflexión llegó cuando no jugó la final de la Copa de Campeones. Aquello le enseñó que nadie es imprescindible y terminó siendo un aprendizaje que él mismo reconoce como clave para convertirse en un futbolista más fuerte y maduro.
Del barrio de El Polvorín a liderar al Dépor
Yeremay creció en un barrio humilde de Las Palmas, criado entre su madre Vanessa, su abuela Angelita y su tía abuela Teresa, que lo llevaba a entrenar. El fútbol fue su vía de escape. Tras pasar por el Real Madrid de niño, llegó al Dépor en edad cadete y encontró aquí estabilidad, cariño y un entorno que lo impulsó.
Compañeros como Meli y trabajadores como Alfonso Rey lo describen igual: cercano, cariñoso, bromista, siempre pendiente de quien lo necesita. Si un compañero estaba mal, él era el primero en animarlo. Incluso cuando ya vivía fuera de la residencia, volvía para recoger a los chicos nuevos y llevarlos de merienda o hasta al circo.
El esfuerzo que lo convirtió en estrella
Entrenadores como Manuel Pablo y Valerón fueron duros con él: le faltaba capacidad de esfuerzo y regularidad. Pero Yeremay se remangó y cambió. Hoy, todos coinciden en que su explosión todavía no ha llegado. «Va a crecer más», asegura Massimo Benassi, director general del club, con quien mantiene una relación especialmente cercana.
Pese a las ofertas del último mercado, el canario tuvo claro que quería quedarse. «El club apuesta por mí y yo por él. Estoy en un sitio donde la gente me quiere», dice. Para Benassi, la respuesta de Yeremay en invierno será la misma: quedarse.
El mismo chico de siempre, con un balón que arde
A pesar del estatus de estrella, quienes lo conocen destacan que sigue siendo el mismo Yeremay que llegaba sudando del entrenamiento buscando un zumo grande y un sándwich en Abegondo. Valiente, alegre, humilde, generoso: así se define él mismo.
Ahora, con seis goles y cuatro asistencias esta temporada, el chico que no quiso hacerse la foto con el trofeo que no jugó, el que animaba a los compañeros caídos y el que “no tiró la puerta; directamente la arrancó”, es el líder de un Dépor que vuelve a ilusionar a toda Koruña.
Magia infinita, corazón grande y la camiseta blanquiazul tatuada en el alma. Yeremay ya es uno de los nuestros.
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